Se acabaron las vacaciones. Lo que ha sido mi hogar es, de nuevo, una casa. Todavía resuenan en el pasillo las risas de mis hijos, y parece increíble que los objetos inánimes de sus habitaciones no vayan a cobrar vida de un momento a otro, en sus manos. Pero no: el teléfono permanecerá insonoro hasta el verano, cuando vuelvan, sólo interrumpido por la ya rutinaria llamada de otra empresa telefónica más; la nevera se llenará de alimentos razonables y parcos; la lavadora dejará de dar vueltas varias veces cada día. Y el silencio volverá a reinar en la casa, vacía de sus pasos por la escalera.
María Ángeles Orts - La Opinión de Murcia, 9 de enero 2011.
Alguna lagrimilla se me ha de escapar, y eso que debería de estar acostumbrada, porque ya hace bastante tiempo que es así. Y como a ratitos me duele el corazón que se me parte, perpetuamente en mi mente llevo las palabras del poeta Khalil Gibran: que estos chicos, que llevé en mis entrañas, que parí y cuidé y eduqué con amor y desvelo, no son míos, no son sólo mis retoños, sino que pertenecen a la vida. Leer más
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